Voy caminando por una calle del centro de
El día que salió aquel artículo, un lunes, recibí la primera llamada de felicitación. De verdad, no cuento esto para vanagloria, ni por vanidad. Viene al hilo de lo que me está llegando de esa situación kafkiana que, al parecer, se vive en aquel lugar. Kafkiana de El Castillo, la obra en donde un señor, el Señor del castillo, era un ser todopoderoso, inasible, temible, totalitario, omnipresente. Un trasunto de un Dios que era como Dios pero sin el amor que Dios nos tiene, sin su capacidad de comprensión, perdón, reconciliación y generosidad. Alguien, quería decir, solo punitivo, medieval, temible, dueño de vidas y haciendas.
He tenido muchas llamadas, y me han hecho llegar noticias preocupantes. Y también el miedo que le tienen a ese tipo que siempre está parapetado en su despacho, protegido por una especie de guardia de seguridad formada por recepcionistas, trabajadoras sociales y gentes de confianza. Y rodeado de un gran grupo de trabajadoras y trabajadores que temen perder el empleo si hablan, comentan, se quejan o critican. Ahora que recuerdo, en algo más de dos años durante los que iba a
A todos quienes me han felicitado por aquel artículo y animado a seguir escribiendo sobre aquello les he dicho lo mismo: escriban a nuestro Director, denuncien, sean responsables y no se conviertan en cómplices de lo que de irregular, inadecuado o criticable ocurra en
No hay comentarios:
Publicar un comentario